sábado, 19 de julio de 2014

Pelar perros no hace a nadie peluquer@ canin@. Profesionales y aficionados.

Resulta demasiado fácil acceder a un oficio como el nuestro sin regularizar, con muchos factores adversos, que no está siquiera reconocido como una especialidad que implica una gran responsabilidad y que requiere una formación específica previa.
Es realmente sencillo acceder al mercado laboral y ejercer sin los conocimientos elementales ni la mas mínima acreditación puesto que ni los clientes ni muchas veces los empleadores dan crédito o valor a un oficio que a menudo consideran de muy baja cualificación.
La cuestión es que al carecer de una titulación cualquiera que se arme de maquinilla y tijeras puede autodenominarse peluquer@ canin@, situarse en el nivel o categoría profesional que le convenga e incluso llegar convencerse de que sus prácticas son las adecuadas y sus servicios de calidad profesional ya que dan salida a la demanda de sus clientes.
La carencia de titulación y de categorías profesionales nos coloca a tod@s l@s profesionales e incluso a l@s aficionad@s en el mismo nivel sin otra diferencia que el tiempo de ejercicio o la reputación entre l@s compañer@s, ambos factores que solo acreditan capacidad de supervivencia y de generación de admiradores o aliados.

¿Cual sería la diferencia entre un profesional cualificado y un aficionado?
La misma que en muchas otras profesiones ya que el poner un enchufe no hace a nadie electricista, ni poner un grifo te acredita como fontanero, ni cocinar a diario te hace cocinero, ni cortar el pelo a un familiar o amigo te hace peluquero.
La profesionalidad y la especialización la otorga la formación, la experiencia y el conocimiento profundo de la actividad u oficio que se realiza y este es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo personal.
Cuando hablo de tiempo no quiero decir que quienes llevamos mas años ejerciendo hayamos alcanzado un nivel superior que nos otorga una supuesta experiencia porque el factor que determina el nivel profesional adquirido es por encima de todo la formación contínua, la necesidad de aprender no solo como se hacen las cosas sino porqué se hacen así proporciona una capacidad de analisis y un criterio personal que orienta el trabajo diario hacia una mejora contínua en el camino de la excelencia y el esfuerzo e interés aceleran el proceso ofreciendo profesionales sobradamente preparados en poco tiempo y otros estancados tras años de ejercicio profesional.

Tal y como están las cosas y mientras dejemos que sigan así la frontera entre profesionales y aficionados seguirá siendo difusa, aunque debería estar definida por el hecho de cobrar o no, marcando únicamente la diferencia lo que cada cual dice y hace, la obra de un profesional es hoy día su mejor cualificación y su éxito podríamos medirlo en la satisfacción de sus clientes y la estima o el valor que le otorgan sus colegas de profesión.

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